El martes 19 de junio de 2018, todos los amantes del fútbol quedamos sorprendidos: Japón derrotaba de manera contundente a una Selección de Colombia que era clara favorita para llevarse el primer lugar del grupo H de la Copa del Mundo. Y horas más tarde, Polonia, cabeza de serie del mismo grupo y con todo y Robert Lewandowski en la delantera, sería también vencida por un equipo alegre y valiente de Senegal.
Sin embargo, aunque pareciera, la sorpresa no está siquiera en este par de resultados históricos sino en lo que pasó después. Los hinchas tanto de Japón como de Senegal se encargaron de limpiar sus respectivas tribunas antes de retirarse de los estadios dejando unas escenas grabadas en nuestra memoria para la eternidad.
¿Y qué pasó días más tarde? Los peruanos imitaron lo hecho por los nipones y africanos recogiendo los desechos acumulados durante el choque entre su selección y Francia a pesar de haber perdido el partido y quedar así eliminados del Mundial.
Y es así cómo debería de funcionar el mundo: copiando lo bueno.
Para toda la gente que juega al fútbol, la cancha es sagrada. Es un lugar al que se le debe un máximo respeto ya que nos está permitiendo desarrollar una actividad que nos encanta. Debemos ser agradecidos y cuidar este recinto.
No solamente eso; el terreno de juego es un lugar público. No somos los dueños de la cancha, e incluso aunque lo fuéramos, es importante recoger absolutamente todo y dejarla impecable para las siguientes personas que vayan a utilizarla.
Si llevamos botellas de agua para hidratarnos durante el partido o frutas para mantenernos con energía, es importante recoger los envases y las cáscaras al terminar. Lo mismo sucede con nuestros objetos personales. Al ingresar una maleta o cualquier bolsa a una cancha de fútbol, es nuestra responsabilidad llevárnosla con nosotros al finalizar el juego.
A nivel profesional, existen trabajadores por parte de los mismos estadios o de los clubes que realizan la muy digna labor de mantener el terreno de juego de forma impecable para que sea realice el espectáculo; pero es a nivel amateur, dónde se debe de fortalecer nuestra conciencia sobre este acto. Debe ser una obligación moral de nosotros mismos cuidar las canchas dónde jugamos.
Y en la tribuna debe de ser igual. Nosotros al ingresar a un estadio de fútbol es como si estuviéramos llegando a una casa ajena y debemos comportarnos a la altura, como lo haríamos en cualquier lugar como cuando somos invitados.
Absolutamente nada cuesta levantar tu basura al final del partido. Es una muestra de civismo y de agradecimiento hacia la gente que hace posible que nuestros hijos puedan jugar y divertirse. Sin ir más lejos, cuidar los terrenos de juego es lo mínimo que podemos hacer.
Es agradable pensar que las muestras de civismo también son contagiosas. Ya lo demostraron japoneses, senegaleses, peruanos, mexicanos, colombianos durante el Mundial. Nos toca a nosotros.