El fútbol amateur no tiene absolutamente nada que envidiarle al fútbol profesional. Podríamos pensar que el fútbol a nivel profesional es mil veces mejor, pero la realidad, créanme, es otra.
En el fútbol profesional hay de por medio muchísimo dinero, patrocinadores, los clubs tienen unas instalaciones muy buenas, estadios, canchas de pastos sintético y natural, uniformes caros, zapatos caros, sueldos carísimos, los futbolistas viven como reyes, tienen autos, miles de casas, tarjetas de crédito, hacen comerciales, tienen negocios grandes… En el fútbol amateur, se juega únicamente por el amor a éste. Y con eso basta.
Tristemente, el jugador profesional en ocasiones juega por intereses económico y personales o incluso fama. En el llano y en las canchas de nuestro vecindario, se juega para sudar la camiseta, por hacer deporte, por levantar una copa -que no tiene ningún valor material y no importa en lo absoluto- junto a nuestros compañeros y amigos.
Pero seamos honestos, ¿cuántos fanáticos del fútbol no tuvimos el sueño de llegar a ser un profesional y defender la camiseta de nuestro equipo favorito? La gran mayoría, claro está. Desde pequeños, despertábamos todos los días con el balón bajo el brazo, pensando, comiendo y viviendo uno de los deportes más hermosos del mundo, soñando que, algún día, pudiésemos ser como nuestros ídolos, alcanzar la gloria y ser ovacionado por un estadio entero, ganando el mundial de fútbol con un gol al último minuto.
Finalmente, son pocos los que pueden cumplir ese ideal de niños. Muchos no logran ser futbolistas profesionales y terminan olvidando ese sueño, pero el amor por el balón jamás se olvida.
Algunos -me incluyo-, nunca dejamos de ser niños, nunca dejamos de pensar en formar parte de un equipo de fútbol, nunca quisimos olvidarnos de obtener un título. Esas personas tomamos una opción: el fútbol amateur.
¿Qué se siente formar parte de un equipo de “barrio”, como le llaman normalmente? ¿Es tan distinto de ser profesional? Totalmente lo contrario. Desde que comienzas a integrar un equipo amateur, creas un nuevo sentimiento de pertenencia, empiezas a ser hincha otra vez, a luchar, sudar, festejar e incluso llorar, por otra institución deportiva o, por lo menos, yo lo he vivido así.
Cada fin de semana, me levantaba temprano y comenzaba a hacer mi bolso para ir a entrenar con mis amigos del club. Preparaba mis tacos, ordenaba mi ropa e iba con una sonrisa a olvidarme durante una o dos horas de que en el mundo existía algo más que el fútbol. Me cansaba, me caía, me frustraba y todo para defender el honor de un club que no me pagaba millones, no tenía un estadio de lujo y no formaba parte de una liga profesional.
Al final, eso es lo que soñábamos cuando chicos ¿o no? Hacer lo que más amamos en la vida, dar lo mejor de nosotros por un equipo, sentir como una camiseta puede ser nuestra segunda piel.
Entre ser profesional y amateur, no hay mucha diferencia. Tuve todas las sensaciones que un futbolista de élite puede vivir, jugué en un estadio lleno y escuché a gente gritar de alegría por ese gol que nos daba el triunfo. Sentí la copa de campeón en mis manos y vi la cara de felicidad en el rostro de mis amigos y familiares.
No vivo del fútbol amateur, pero vivo por él y para él. Mientras pueda, seguiré intentando defender la camiseta de un equipo de fútbol, sin importar que no sea profesional, porque es lo que amo hacer y no dejaré que etiquetas me impidan seguir soñando.