Las mujeres se van acercando a su objetivo: la equidad de género. El fútbol no se escapa de esta realidad. La sociedad ha cambiado y los roles también; la institucionalización de lo masculino y lo femenino forma parte de un pasado, aún por superar; la participación femenina en el fútbol se ha incrementado significativamente.
La presencia femenina en todos los ámbitos es fundamental porque constituye un punto de vista diferente al del hombre y en las diferencias está el enriquecimiento.
Las mujeres están en las canchas. Las frecuentan, las visitan, las exploran. Los últimos datos de la FIFA indican que alrededor de 30 millones de mujeres y niñas en el mundo practican fútbol de forma regular, ya sea amateur o profesional.
Las mujeres también están presentes detrás del alambrado, en las gradas hinchado por sus colores, en una galería que muchas veces es un espacio lleno de machismo. Las fanáticas de los distintos equipos se han ganado su espacio a punta de constancia, incondicionalidad y aguante.
Hoy, 211 federaciones están incorporadas a la FIFA y 168 de ellas cuentan con una rama femenil. Así, el reto actual es la profesionalización del deporte más que el desarrollo.
La evidencia muestra que una liga profesional permite la formación de una selección ganadora. Por ejemplo, Estados Unidos cuenta con el mayor número de títulos mundiales y también con una liga nacional muy fuerte.
¿A qué se debe esto? Una parte fundamental es el trabajo que se realiza en los colegios, dónde se fomenta mucho la práctica del fútbol y se les muestra a las chicas como un deporte dónde pueden pasar un buen rato y competir de manera sana.
Pero para muchos lo que benefició el progreso del fútbol femenino en los Estados Unidos fue la ley ‘Title IX’ que entró en vigor en el país en 1972. Principalmente esta normativa prohibía en todos los ámbitos, incluido el deporte, la discriminación por género en las escuelas y universidades que recibían dinero de los fondos públicos, por lo que muchas chicas se interesaron por el fútbol.
En 2016, la Federación Mexicana de Fútbol echó en marcha un proyecto ambicioso: la primera Liga profesional femenil. Fuentes cercanas a la institución señalaban que se trataba solo de un proyecto piloto, con el miedo al fracaso.
Y la bomba estalló. La división de mujeres fascinó en su primer torneo. La asistencia en el primer semestre de competición, incluida la fase de eliminación, fue sorprendente. Acudieron más de tres millones de aficionados a ver a las futbolistas. La Liga pasó de juegos por Internet y Facebook a espacios más estables, al menos, en televisión de paga.
El fútbol femenil a nivel mundial está aquí, se ha asentado y no piensa moverse. El camino ha sido difícil y lo seguirá siendo en el futuro, pero los datos invitan al optimismo: llegará más financiación, más posibilidades de crecimiento y más oportunidades para todas las jóvenes futbolistas.
¿Por qué no pensar, en un futuro, que las estrellas del deporte femenino estén a la misma altura que las del deporte masculino en reconocimiento y proyección histórica? Si algo han demostrado ya los enfrentamientos y los campeonatos entre mujeres es que los partidos pueden ser tan emocionantes como los masculinos. Por ende, no debería de haber ninguna clase de diferencia entre el fútbol varonil y el femenil. Ojalá que pronto, las jugadoras sean igual de famosas y ganen lo mismo que los hombres. Se lo merecen desde siempre.