El fútbol es un juego. Nunca hay que olvidarlo. “El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes” dice el gran Jorge Valdano, campeón del Mundo con Argentina en México 86’ y hoy directivo del Real Madrid.
Sea un partido de nuestra Selección Nacional, de nuestro equipo por el cual nos volvemos locos todos los fines de semana o bien, un simple encuentro de domingo de nuestros hijos, algo está claro: es imposible no apasionarse.
Sin embargo, es en estos partidos que es importante asumir que nuestros gritos generan incomodidad en los propios niños como en los demás espectadores del juego.
Asistir a los juegos de los niños y gritarles constantemente qué deben hacer o cómo deben reaccionar durante el partido puede parecer una muestra de interés de nuestra parte, y es cierto; pero la verdad es que los chicos no necesitan de estos ademanes para motivarse sino lo contrario, los gritos son solamente una presión de más para ellos y no hacen más que desconcentrarlos durante el transcurso del juego.
Nuestros hijos juegan al fútbol para divertirse, para sentirse parte de una comunidad, para aprender a trabajar en equipo y todo esto se logra gracias a los coaches y a los entrenamientos de toda la semana. Como padres de familia, hay que respetar esto.
El campo de fútbol es un espacio que no nos pertenece a nosotros; es exclusivamente de los equipos. Nosotros, al presenciar los partidos, somos solamente invitados y las personas dentro del terreno de juego merecen respeto absoluto de nuestra parte.
Veámoslo así: asistir a los partidos de nuestros hijos equivale a ir como invitados a cualquier lugar al que nos requieran; existen reglas, ciertas cuestiones éticas y debemos comportarnos de una cierta forma.
El simple hecho de gritarles durante la actividad merma el libre desarrollo del niño. Si uno tiene algún comentario sobre el partido o sobre su desempeño en específico, puede esperar a decírselo de la manera más asertiva posible y en casa, y no como un reproche, sino como un consejo.
En el fútbol el apoyo de parte de la tribuna es esencial. No existiría el fútbol sin aficionados. Literal. Pero a nivel amateur, el aficionado y en este caso los padres de familia tienen una responsabilidad aparte. ¿Cuál es esta? El apoyo incondicional.
En un partido de fútbol profesional, uno paga un boleto para ir a ver a profesionales hacer su trabajo; tienen todo el derecho a exigirles ya que están pagando una cantidad –considerable o no- por verlos. En el caso de los partidos de nuestros hijos, no debemos exigirles sino acompañarlos, ser partícipes junto a ellos de su desarrollo. Si gritamos debe ser sólo y exclusivamente para apoyarlos. Nada de recriminarles, nada de exigirles… No es ni el lugar ni nuestra tarea.
Lo peor que puede pasar es que los chicos sientan que tienen que jugar para satisfacernos a nosotros cuando deben de hacerlo solamente por el amor al juego y para divertirse ellos. Sean jugadores de buena o mala calidad, da igual; ellos están jugando y se están divirtiendo como lo que son: niños.
Un equipo de fútbol es una comunidad que se forma por sus jugadores, por los entrenadores y claro, por sus aficionados. Hablemos de los partidos de nuestros muchachos: los aficionados somos sus familiares. Y en la tribuna, tanto en el campo, nos debemos de respetar y dar apoyo entre todos.
El fútbol nos une. Pónganse en el lugar de ellos: imagínense despertar tempranito los domingos, desayunar unos ricos hot cakes al lado de la familia, irse al cuarto a ponerse la camiseta de nuestro equipo, dirigirse todos juntos al campo de juego, y finalmente, después de una semana ardua de entrenamientos con los amigos: saltar a la cancha, sabiendo que nuestros padres y hermanos están en la tribuna y que haga lo que yo haga, van a estar felices por mí. Hagámoslo así.